ENCUENTRO CON…
MARÍA BOSCH
El círculo como forma y su vacío
La obra de la ceramista María Boch está fuertemente arraigada a la naturaleza, a los ciclos vitales que ocurren en nuestro entorno y que dan forma al universo. Ciclos continuos que se repiten aparentemente de forma eterna pero que a su vez, se componen de eslabones cada vez únicos, irrepetibles. Es su esencia, su relación y el relevo de funciones, el que da sentido al todo y el que lo define como inacabable.
“Me doy cuenta que cada vez es diferente… CICLOS, forma parte de un tiempo en constante agitación donde el equilibrio es necesario para entender la fragilidad del momento. El círculo como forma y su vacío son dos aspectos de la misma realidad, que coexisten y cooperan como partes inseparables en representación del dinamismo vital. Nuevos retos, oportunidades y situaciones. Un tiempo donde el ritmo ha cambiado, sin patrones ni secuencias fijas, con resultados diferentes. Influenciados por su entorno, cada ciclo necesita de los otros para mostrarse cómo uno solo.”
Sus manos trabajan la tradición alfarera más antigua, que le hablan desde lejos. Tierra, naturaleza, cultura, conexión, ciclos vitales… como constantes llamadas a un proceso creativo que nos resuena familiar. Una indudable conexión entre su obra y todo el relato vitivinícola que tiene lugar en nuestras bodegas, sobre nuestras tierras albarizas bañadas por aire de mar, y que lo ha tenido durante dos siglos de historia y pasión. Barro y uva, dos materias primas que se conectan en una metáfora infinita sobre la vida hecha a base de retales de ciclos y más ciclos que se elevan ante nuestros ojos si queremos mirar.
Ciclos
DE LA VIDA
FORMA,
Y VACÍO
COEXISTEN EN UNA
MISMA REALIDAD
Ciclos que dejan vacíos, que envuelven el silencio y la espera, ambos ingredientes esenciales para la fermentación de una expresión enraizada en lo profundo de la naturaleza. La fragilidad del proceso de ambas disciplinas hermanadas, lo efímero de un sabor, de una textura, de un contenido de agua, de un toque cromático, de un golpe de horno, de un abrazo de roble. Todo un ciclo que empieza y acaba aquí, en la tierra sobre la que caminamos y en la que sembramos.