200 años
de compromiso
con la tierra,
el mar y el vino

Gran respeto por el entorno y por la vida, que crece desde lo profundo de los suelos de albariza hacia el cielo, impregnándose del manto de la sal. Hilos sueltos de un entramado consciente que tejen la tierra, el cielo y el mar.

Arraigo, ilusión
y compromiso

Arraigo con nuestra gente, pobladores actuales y garantes de un legado cultural que nos invita a buscar la excelencia en nuestros procesos y a no detenernos nunca en lo que ya tenemos aprendido. Innovar, probar y combinar la grandeza de nuestras bodegas con el sueño de encontrar un hueco en ellas para lo singular.

Un elogio
a la pausa,
al ritmo lento
de la sabiduría
vitivinícola

Ajenos al tiempo de consumo, nuestras bodegas son un elogio a la pausa, a la paciencia, al ritmo lento de la sabiduría vitivinícola. Cada eslabón es importante en una cadena de saber hacer que valoramos y protegemos desde hace 200 años.

Intercambio
de culturas
miradas y saberes

Entendemos la cultura del vino desde su matriz como compañera de otras disciplinas que la enriquecen y ensalzan, con las que bailar, esculpir, trazar, cantar, contar… Un intercambio maleable de culturas del que disfrutar compartiendo miradas y saberes.

Somos parte del mundo
de la historia presente

Somos parte del mundo, estamos contenidos en una historia presente. Por eso, queremos impulsar o colaborar con acciones concretas que generen un impacto positivo real en las personas, más allá de la magia que ocurre en nuestras barricas.

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